El COVID-19 sigue propagándose con intensidad en la región. Entre el 17 de abril, fecha en la que se reportó el primer caso en Amazonas, y el 31 de octubre, la Amazonía colombiana alcanzó 22.721 casos. De estos, casi el 80% (18.164) sucedieron en el último trimestre del 2020.
La rápida propagación del COVID-19 representa un riesgo para el complejo sistema de conocimientos y prácticas, de los 64 pueblos indígenas de la Amazonía colombiana, que reposa en sus mayores. Los abuelos se comunican con los dueños espirituales del territorio para equilibrar el flujo de energía entre la naturaleza y los humanos, y, de forma complementaria, las abuelas enseñan el trabajo en las chagras y el intercambio de semillas necesario para mantener los Sistemas Alimentarios Indígenas Amazónicos (SAIA).
Y es que si estos pueblos están en riesgo, la Amazonía también lo está. Datos recientes de la RAISG (Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada) revelan que, de las 1,4 millones de hectáreas de bosque que perdió la Amazonía colombiana en las últimas tres décadas, solo el 0,19% sucedió en Territorios Indígenas. Son estos Pueblos quienes han asegurado por milenios la conservación del pulmón del mundo, y, sin ellos, la selva y sus servicios ambientales penden de un hilo.
Sin embargo, y gracias a la fortaleza de sus sistemas de conocimiento y prácticas tradicionales, han logrado mantener una baja tasa de muertes en sus territorios. Así lo confirmó un primer encuentro del equipo asesor de la Fundación Gaia Amazonas con los Gobiernos Indígenas de los territorios del Bajo Río Caquetá, Mirití Paraná y Yaigojé Apaporis, donde los indígenas contaron cómo las medidas y decisiones más efectivas han sido orientadas por los médicos tradicionales.
Además del aislamiento de los centros poblados y personas externas a las comunidades, las medidas incluyen la preparación de breos y sahumerios para purificar el aire, así como barrer la Maloca para expulsar todo lo negativo que llegue al territorio.
Por otro lado, las prácticas rituales colectivas como los bailes y rituales se mantuvieron a lo largo de los principales ríos y afluentes de Amazonas y Vaupés, en donde el distanciamiento de dos metros y el uso de tapabocas no fueron implementados. Aunque contradictorias a las sugeridas en el sistema no indígena, estas medidas se consideran esenciales desde la medicina tradicional y han sido exitosas para contener y debilitar la enfermedad.
La pandemia ha reabierto el debate sobre la necesidad de implementar un sistema de salud intercultural. Uno que no pretenda incorporar a los indígenas a un sistema ya establecido y completamente ajeno, sino que abogue por la recuperación e implementación de los conocimientos y especialidades tradicionales para tratar las enfermedades propias de la selva; y en un ejercicio de complementariedad, incorpore algunas prácticas del sistema occidental que son necesarias para atender enfermedades que surjan a partir de la interacción con personas externas a sus comunidades.
Los pasos fronterizos, así como las relaciones culturales y comerciales que históricamente se han tejido entre los países y departamentos amazónicos, hacen aún más complejo el comportamiento de la pandemia en la región. Aquí, los ríos son la principal forma de desplazamiento de sus habitantes, y, por ende, una de las vías más rápidas de contagio en la selva.
En el Amazonas, los Territorios Indígenas lograron contener la letalidad del virus gracias a las medidas de prevención y curación que adoptaron desde un primer momento.
En Vaupés, algunas comunidades han seguido las orientaciones de los Tradicionales para “bajarle la fuerza a la enfermedad”, mientras otras, ubicadas en los territorios de los ríos Isana, Surubí y Pirá-Paraná, han manejado algunos de los 30 casos confirmados de COVID-19 con tratamientos complementarios entre la medicina tradicional y la occidental, como la mezcla de la planta Saracura con acetaminofén.
Durante los primeros meses de la pandemia, y debido a las altas cifras de contagio que reportaba la región, la OPIAC interpuso una tutela en contra de las autoridades departamentales y nacionales argumentando una falta de medidas eficaces para contener los impactos de la enfermedad en la Amazonia.
El fallo resultó a su favor y derivó en un plan de provisión urgente para la mitigación y contingencia de la enfermedad en el que las gobernaciones deben garantizar la seguridad alimentaria, la atención en salud y educación de las comunidades indígenas. Acciones que, tal como se espera, deben mantenerse a largo plazo.
Precisamente, y para respaldar la gestión autónoma en salud de las comunidades y contribuir al fortalecimiento de su soberanía alimentaria, la Fundación Gaia Amazonas, los Gobiernos Indígenas de 13 territorios en Amazonas, Vaupés y Guainía y Rainforest Norway Foundation, desarrollaron la Estrategia de Emergencia para la Atención del COVID-19 en Territorios Indígenas (CESIT, por sus siglas de inglés) en 12 millones de hectáreas.
En el proceso, contaron con el apoyo financiero de la Agencia Noruega para Cooperación al Desarrollo (NORAD), la Fundación Skoll, la Fundación Santo Domingo y la Fundación Mulago; además de aliados estratégicos como la Embajada de Noruega, Parques Nacionales Naturales, OPIAC, Amazon Conservation Team (ACT), Fundación Etnollano y Fundación Rye & Tye NOORDA.
Como parte de la estrategia, 3.033 familias recibieron información con la que han podido formar su propia concepción sobre el origen y la naturaleza de la enfermedad. Con ese propósito llegaron a sus territorios 666 cajas de herramientas con mensajes y guías -algunos de ellos traducidos a sus lenguas- sobre medidas básicas de cuidado individual y colectivo, adoptadas por autoridades internacionales de salud, que complementan sus medidas tradicionales de prevención.
En mayo, y nuevamente en agosto y septiembre, recibieron un total de 4.450 kits de apoyo para el aislamiento con insumos y herramientas suficientes para continuar con sus actividades de caza, recolección y pesca en los territorios, garantizando que no deban desplazarse hacia los centros urbanos, donde hay una mayor probabilidad de contagio.
También se realizaron recomendaciones para la atención y aislamiento de personas con síntomas dentro de la comunidad, como llevarlos a lugares lejanos y previamente definidos, hacer un seguimiento a la evolución de la enfermedad y notificar a las autoridades indígenas y sanitarias.
Además, se conformaron dos equipos comunitarios extramurales en Mitú, Leticia e Inírida y se entregaron 20 kits de Equipos de Protección Personal (EPP) -en alianza con las Secretarías de Salud- para fortalecer la vigilancia epidemiológica en estas capitales departamentales. Los Territorios Indígenas también contarán con equipos de salud comunitarios y recibirán 176 kits de EPP para el manejo de pacientes enfermos y posibles fallecimientos.
De igual forma, la estrategia contempla un fortalecimiento a la red de comunicaciones para monitorear la evolución de la enfermedad en los Territorios Indígenas de los tres departamentos. Para lograrlo se instalarán, durante el primer bimestre del 2021, 64 radioteléfonos que facilitarán la interacción entre las comunidades, sus autoridades y las secretarías de salud para tomar decisiones tempranas ante posibles nuevas emergencias.
El COVID-19 también llegó a los siete Territorios Indígenas (TI) y seis Asociaciones de Autoridades Tradicionales Indígenas (AATI) que trabajan con la Fundación Gaia Amazonas en la consolidación de sus Gobiernos y ordenamiento territorial. Dichos Territorios donde habitan 41 pueblos milenarios se traslapan con las llamadas Áreas No Municipalizadas (ANM). Allí, los pasos fronterizos también son una amenaza.